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Vikar

Uno de los múltiples rostros de Vikar.

Vikar es el dios de la venganza. Sus fuerzas se nutren del espíritu de los resentidos, los amargados y los que justa o injustamente creen que merecen un resarcimiento que en vida no les fue otorgado. Sus apariciones breves y solemnes se dan en el breve lapso en el que el elegido, (o el “sediento”) fallece y su alma inmortal se dispone a marchar hacia los dominios de la muerte. Es allí cuando un hombre de apariencias pulcras, vestido con una toga simple de color azafrán y una amplia capa roja hace su proposición. Sus facciones varían cada vez que aparece y por lo tanto Vikar es llamado “el de las infinitas caras”.

Como deidad, su presencia física en el mundo es inestable y poco duradera, por ello prefiere la comodidad de los intersticios dimensionales. Es en las grietas y las fisuras de los planos donde se coloca como observador omnipotente de las acciones de sus adeptos. Vikar responde a sus intereses, esto le ha traído la apatía y el resentimiento de otros Dioses del Multiverso.

Por otro lado es sabido que las venganzas son procesos que pueden ser interminables. Vikar es famoso por deleitarse con el doble-juegos donde dos o más familias terminan siendo arrasadas por el vaivén de las venganzas. Aún así, Vikar no es un tramposo: una vez que los detalles del acuerdo están pactados es capaz de desaparecer de la existencia de los planos antes que rescindir un acuerdo hecho de buena fe.

Cierto espíritu lúdico hace que este dios pacte con una extensa gama de seres humanos y al mismo tiempo les proponga retorcidas formas de represalia a los ofensores de su invocante. Sus formas más habituales de acción están dadas por la infusión del alma del vengador en objetos concretos y una sumatoria de habilidades o propiedades sobrenaturales. Un claro caso ha sido el del Mazo de Hatier, herramienta que posee el espíritu de un famoso artesano al que el emperador de Vishinia le amputó las manos por haberse rehusado a fabricarle un arsenal para su ejército.


No tiene un culto oficial, pues a ninguna nación razonable se le ocurriría adorar a un dios que se alimenta de las venganzas de almas insatisfechas. Tampoco es un dios que prodigue el bien o el mal, su concepto de justicia es más bien caótico y le da lo mismo un asesino de pueblos que un santo. Todo el que esté empeñado en culminar una venganza, inconclusa por la muerte, despertará el interés de Vikar.

Varias generaciones en el pasado, durante los surgimientos de las tribus que darían origen a las capitales más importantes del continente Harabal (Vishinia y Uth Niman), existió un pequeño templo dedicado a la veneración del Dios de la venganza. La localización exacta del lugar se perdió luego de que Doshan el unificador (primer monarca del imperio de Vishinia) creó el primer código de justicia estatal de Vishinia. De esta manera las solicitudes de venganza divina fueron reemplazadas por un sistema punitivo terrenal.

El cuidador del santuario de Vikar en Vishinia era un hombre llamado Ramnus. Durante algún tiempo éste trató de convencer a los habitantes de la ciudad a seguir con los ritos del dios. Cuando se enteró Doshan mandó a ejecutarlo por hereje y se dio por zanjado el asunto. El santuario que cuidaba Ramnus fue devastado piedra a piedra y encima se construyó el palacio de justicia de Vishinia. El dios no demostró demasiada ira respecto a estas acciones. Los más escépticos pensaron que no existía tal deidad, los más puristas recordaron que la venganza es un plato que se sirve frío.

Según una leyenda difundida en los barrios más bajos de la ciudad, mientras Ramnus esperaba por su ejecución pública, encerrado en una de las celdas de los subsuelos del tribunal talló en roca un curioso testamento en el que indicaba los pasos para llegar al verdadero templo de Vikar y los procedimientos para entrar en trance y hablar directamente con el dios.

Ramnus nunca se convirtió en un espíritu sediento de venganza, no al menos uno famoso. Doshan falleció por causas naturales a la longeva edad de 89 años.

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